martes, 10 de febrero de 2015
La inmortalidad del alma
UNIVERSIDAD CATOLICA SANTA ROSA
FACULTAD DE CIENCIAS TEOLOGICAS
ESCUELA DE TEOLOGIA
MATERIA:HISTORIA CONTEMPORANEA DE FILOSOFIA
PROFESOR: Jose Mendoza
La inmortalidad del alma
El orden natural del mundo
Neoaristotélico de la escuela de Mantua. Teorizó la separación entre la reflexión filosófica y los dogmas de la fe, inspirándose en la doctrina de la «doble verdad» de Averroes. Fue autor de un Tractatus de immortalitate animae (1516), en el que cuestionó la posibilidad de demostrar racionalmente la inmortalidad del alma y afirmó la necesidad de aceptarla como un dogma de fe. Su doctrina fue atacada, aunque nunca oficialmente condenada, por Roma, que le autorizó a publicar, en defensa de su posición, Apologia (1518) y Defensorium (1519). Su pensamiento, típicamente humanista, vincula la dignidad del hombre a su virtud moral. También son reseñables su obra De incantationibus (1556), en la que sostuvo que los milagros son producto de la imaginación humana, y De fato (1567), que versa sobre los conceptos antagónicos de predestinación y libre albedrío.
Como aristótélico, justifica el orden racional del mundo.
El intento fundamental de la especulación de Pomponazzi es el de reconocer y justificar el orden racional del mundo. P niega o excluye todo hecho o elemento que contradiga la idea de un mundo
necesariamente ordenado según principios inmutables. En Aristóteles ve al filósofo que ha excluido la intervención directa de Dios o de otros poderes sobrenaturales en las cosas del mundo y ha querido interpretar el mundo como un puro sistema racional de hechos. Pomponazzi remite al dominio de la fe todo lo que es milagroso y la creencia misma del milagro, y con esto quiere despejar el camino de investigación racional de toda extraña ingerencia y devolverle su libertad. La doctrina averroística de la doble verdad es también su refugio: la Iglesia enseña la verdad; él se limita a declarar modestamente la opinión de Aristóteles. Pero en realidad para él la opinión de Aristóteles es la investigación racional, que no quiere tener más guía que ella misma; y la fe, es decir, el respeto a la autoridad, no tiene ningún fundamento racional o moral, está vacía de significado y deja de ser un obstáculo para la investigación.
Estos aspectos del filosofar de Pomponazzi son evidentes sobre todo en su obra De incantationibus.
Aparentemente, esta obra está llena de supersticiones medievales porque está dedicada a explicar
encantamientos, magias, brujerías, milagrosos efectos de plantas, piedras, y así sucesivamente.
Pomponazzi no niega la realidad de tales hechos excepcionales o milagrosos, que le parecen confirmados por la experiencia. Pero el espíritu nuevo de la obra se revela al reducir los supuestos hechos milagrosos a hechos naturales y al explicarlos mediante causas que entran en el orden popular tradicional de que tales hechos sean producidos por espíritus o demonios. Estos no pueden siquiera tener conocimiento de las cosas naturales, por las que se producen en aquellos efectos milagrosos: nopueden, en efecto, conocerlos ni, como Dios, a través de la propia esencia, ni, como los hombres, a través de las especies sacadas de las cosas. No los conocen a través de la propia esencia, porque esto podría suceder solamente en el caso de que ésta fuese la causa de las cosas, ni tampoco por medio de las especies abstraídas de las cosas, como sucede en los hombres, porque no están, como los hombres, provistos de órganos sensoriales. Es, pues, inútil admitir la existencia de espíritus o demonios para explicar encantamientos o brujerías; en realidad, encantamientos y brujerías no son milagros en el sentido de ser absolutamente contrarios a la naturaleza y fuera del orden del mundo, pero se llaman milagros sólo porque son hechos rarísimos y desacostrumbrados, y no acaecen según el curso común de la naturaleza sino a muy largos intervalos. Y el medio por el cual estos aparentes milagros entran en el
orden natural, es el determinismo astrológico.
Dios es la causa universal de las cosas, pero no puede obrar inmediatamente sobre las cosas del mundo sublunar. Toda su acción sobre éstas es sólo una acción mediata, es decir, que se cumple a través de los cuerpos celestes, que son los órganos o instrumentos necesarios de la acción divina. El orden cósmico exige que el grado superior pueda actuar sobre el inferior sólo a través del grado intermedio. Y esto implica que ningún milagro es posible en el sentido de una acción sobrenatural directa de Dios sobres las cosas del mundo sublunar. Oráculos, encantamientos, resurrecciones y cuantos efectos milagrosos se efectúan en el mundo por magos o nigromantes son solo efectos naturales, debidos al influjo de los cuerpos celestes.
Pero la parte más típica de esta doctrina de Pomponazzi es la que incluye en el orden natural del
mundo, regulado por el determinismo astrológico, la misma historia de los hombres. En efecto, todo lo que sucede en el mundo sublunar está sujeto a generación y corrupción; tiene un principio, un desarrollo a través del cual llega a su plenitud, y un fin. A estas vicisitudes no se sustraen los estados, ni los pueblos, ni las mismas instituciones religiosas. Para cada religión existe el tiempo de su nacimiento, de su florecimiento y de su fin. El nacimiento de una religión se caracteriza por oráculos, profecías y milagros que poco a poco disminuyen a medida que se va acercando para ella la época final. El cristianismo no se sustrae a esta ley. Nada se sustrae al orden necesario del mundo y a la ley que lo regula. Es cierto que Pomponazzi se mantiene fiel al viejo determinismo astrológico que había sido introducido en la filosofía occidental por la especulación árabe, pero el determinismo astrológico es sólo el medio del que se sirve para extender a todos los fenómenos, incluso a los que son aparentemente milagrosos, el orden necesario de la naturaleza, fundamento de la investigación filosófica. Pomponazzi fue el primero que encarnó con toda claridad y extremada energía, base de toda investigación natural, la afirmación de un orden regular, que no tolera excepciones. Solamente con esta suposición es posible la indagación del mundo natural. Más tarde cambia la forma particular de esta suposición y se niega el determinismo astrológico, pero no cambia, sin embargo, la misma suposición.
El milagro, ese acto de la Divinidad que rompe el orden natural establecido, no tiene cabida en el estudio de los fenómenos naturales, porque los vuelve imposibles, al anular la inteligibilidad del mundo.
Lo que la filosofía natural pretende es acotar su campo de estudio y lograr su autonomía deL conocimiento revelado. De acuerdo con esto, se afirma una y otra vez que el milagro es un acto de Dios que rompe el orden natural establecido y quebranta las leyes de la naturaleza. Y no solo no puede incluirse en el estudio de la naturaleza, sino que torna a este imposible, al anular la inteligibilidad del mundo. Esta es la base del pensamiento del filósofo italiano Pomponazzi, que en su libro De Incantationibus (1556), define los milagros como hechos insólitos, cuya causa natural se ignora y justifica el orden racional del mundo.
Busca una descripción del orden universal en el que las fuerzas que ejercen acción son siempre las
mismas y su influencia se extiende al conjunto de todos los seres. No hay lugar para acciones
milagrosas divinas o demoníacas: Dios actúa a través de las fuerzas naturales.
Febrero de 2015
Caracas 18:13:42
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